La menopausia es definida por varios autores como un conjunto de cambios fisiológicos que ocurren en el cuerpo de las mujeres, que usualmente tiene lugar entre los cuarenta y cinco y los cincuenta años. Entre dichos cambios,  el más importante es la ausencia de menstruaciones durante al menos un año ininterrumpido, sin necesidad de confirmación por medio de exámenes de laboratorio; o bien, durante al menos seis meses asociado a un valor en sangre de hormona folículo estimulante (FSH) mayor de 40 UI/ml (unidades internacionales por mililitro de sangre) (Álvarez-García y Labandeira Martínez. 2010). También se habla de menopausia precoz, cuando ésta ocurre en mujeres antes de los cuarenta y cinco años, mientras que la tardía es la considerada como de inicio pasados los cincuenta y cinco (OMS, 1996). Paralelamente, lo que se conoce como climaterio es el tiempo durante el cual se pasa de la vida reproductiva a la no reproductiva: esto ocurre entre los cuarenta y cinco y los cincuenta y nueve años de edad; este proceso inicia unos años antes de la menopausia (perimenopausia) y se extiende unos años después de la misma (posmenopausia) (Capote Bueno y Segredo Pérez, ).

Éste concepto, desarrollado desde el paradigma biomédico, predominantemente biológico, acentúa lo que se denomina “medicalización” de algunas etapas naturales en la vida de las mujeres, especialmente la menopausia (Capote Bueno y Segredo Pérez, 2011). La cual no debe ser considerada solamente como una mera “transición” biológica que acompaña al climaterio, sino como una compleja etapa fundamental para las mujeres, que además de involucrar cambios en los ámbitos sexual, emocional, psicológico y afectivo; es vivida de manera particular por cada una de ellas, con mayor o menor intensidad, y que partiendo de un mismo fenómeno biológico y hormonal involucra vivencias únicas para cada mujer.

En el aspecto fisiológico, se ha reconocido que los cambios experimentados por las mujeres durante esta etapa de sus vidas se manifiestan por una gran variedad de síntomas, atribuidos en su mayoría a la deficiencia de estrógenos debido a una disfunción en la producción hormonal ovárica, la cual es progresiva y caracteriza, desde un punto de vista biológico, a esta etapa de la vida femenina. Esta deficiencia hormonal, se traduce en bochornos, sudoración y sofocos, cambios en el estado de ánimo y en el deseo sexual, resequedad y alteraciones de la lubricación de los genitales, así como predisposición a sufrir de enfermedades como la osteoporosis y la enfermedad coronaria (Álvarez-García y Labandeira Martínez. 2010). Además, se suman ciertas condiciones de salud que son frecuentes en las mujeres a medida que se avanza en edad, como las enfermedades reumatológicas, el déficit de vitamina D, los diversos tipos de cáncer ginecológico, las alteraciones en la mecánica del piso pélvico que conlleva a situaciones como los prolapsos de órganos pélvicos y la incontinencia urinaria de esfuerzo, entre otras patologías. (Valls Llobet y Banqué. ).

Así, estos cambios biológicos y psicológicos modifican a su vez la configuración corporal influyendo en gran medida en que las mujeres se sientan menos deseadas por sus parejas, situación que es reforzada aún más en una sociedad machista y androcéntrica, donde por sus creencias se le impone a la mujer el que debe “cumplir” con ciertos paradigmas como son: el ser objeto de placer, ser madre y ser cuidadora de un hogar; dejando incluso de lado proyectos y realizaciones personales. Estas consecuencias de las modificaciones en la configuración corporal, aumentan el riesgo de presentar trastornos del ánimo en las mujeres posmenopáusicas, traduciéndose todos estos efectos en una pérdida de la autoestima y del deseo sexual (et al., 2002, p. ).

Al respecto, se ha evidenciado incluso que aproximadamente la mitad de las mujeres sexualmente activas, desde los cuarenta a los sesenta años de edad padecen disfunciones sexuales, cuya frecuencia tiende a aumentar con la edad; entre ellas, se encuentra la dispareunia (relaciones sexuales dolorosas); condición que ha sido utilizada por la industria farmacéutica para poner a disposición de las mujeres un variado mercado de lubricantes genitales de varios tipos, terapias hormonales a base de estrógenos tanto de consumo oral como tópico, entre otras ofertas para “aliviar” esta condición. A propósito, se ha documentado en diversos estudios cómo las mujeres no usuarias de la terapia de reemplazo hormonal (práctica introducida desde inicios de los 90 como una estrategia de prevención de la osteoporosis posmenopáusica y del envejecimiento) o con histerectomía previa están en mayor riesgo de presentar disfunciones sexuales; y que factores como la edad, el deterioro de la salud y el uso de medicamentos por mucho tiempo para diversas enfermedades como la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, entre otras patologías, pueden afectar aún más su sexualidad (Blümel, Araya, et al., 2002).

De acuerdo a lo anterior, se ha determinado que las mujeres entre los cuarenta y cinco y los sesenta y cuatro años, que han hecho uso prolongado de diversas formas de terapia de reemplazo hormonal (por ejemplo píldoras a base de estrógenos y progestágenos), podrían beneficiarse con la mejoría en la lubricación genital, el control de la dispareunia e incluso orgasmos de mejor calidad, que conllevan a incrementar la satisfacción, la excitación y, en general, el deseo sexual (Blumel, Bravo, Recavarren, & Sarrá, 2003). Pero estos efectos se han valorado desde el punto de vista de la medicalización de la sexualidad femenina sin tener en cuenta la salud integral de las mujeres, por cuanto ciertas recomendaciones que surgen a partir de sociedades de menopausia, médicos, ginecólogos y expertos clínicos en el tema, minimizan la ya demostrada y reconocida relación causal existente entre el uso prolongado de la terapia hormonal substitutiva y el desarrollo de enfermedad cardiovascular y cáncer de mama. Es por esto que se han descrito incluso alternativas no hormonales como el láser de reestructuración vaginal, el cual se ha postulado recientemente como una opción para mejorar los síntomas genitales mediante un manejo local (según el criterio de elegibidad de cada paciente mediante una orientación individualizada por el ginecólogo), dado que se ha encontrado que el Síndrome urogenital de la menopausia (término más reciente para referirse a la atrofia vaginal) solo mejora en un 40% cuando se utilizan únicamente terapias sistémicas (Levancini A Marco & Gambacciani Marco, 2015).

En este sentido, podríamos decir que la salud de las mujeres ha sido poco investigada desde una perspectiva bio-psico-social que permita comprender de manera integral las implicaciones que para ellas tiene la enfermedad en sus ámbitos fisiológico, psicológico y social. Así, cada vez es más frecuente descubrir en la literatura científica publicaciones de múltiples estudios que, si bien han posibilitado el entendimiento de los factores biológicos que influyen en el proceso salud-enfermedad, carecen de una visión integral desde las dimensiones bio-psico-social; las cuales han sido descritas (incluso desde reconocidas teorías en salud pública como la de los determinantes sociales de la salud) como fundamentales para comprender las circunstancias que influyen en la salud de los seres humanos, la cual no se concibe únicamente como la ausencia de enfermedad. En este sentido, la menopausia, con poca frecuencia suele abordarse pensando de manera objetiva en las amplias necesidades personales, psicológicas y sociales de las mujeres durante la edad del climaterio y no únicamente desde lo fisiológico, biológico o sexual.

 

De esta manera, autores como Valls-Llobet (2008) y Capote (2011) han evidenciado cómo la salud física y mental de las mujeres no ha sido adecuadamente abordada desde la investigación y el desarrollo biomédico por la medicina tradicional, lo que ha llevado a que procesos naturales y fisiológicos que no representan enfermedad, como la menopausia o los trastornos de la menstruación, sean excesivamente “medicalizados” tanto por la medicina tradicional como por diversas formas de medicina alternativa como la homeopática, con la publicación de trabajos científicos cuyos resultados suelen ser interpretados desde una perspectiva positivista, donde se demuestran como efectivos (y con mayor o menor grado de efectos secundarios) a nuevos tratamientos, píldoras, cremas, infusiones, todo tipo de terapias incluyendo las de reemplazo hormonal, remedios “naturistas” y “caseros” entre otras propuestas mercantiles, para “controlar” o “aliviar” los molestos síntomas vasomotores (bochornos, sofocos, dolor de cabeza, etc.) y sexuales de los que se quejan las pacientes que afrontan la menopausia todos los días.

 

En contraposición a ésta perspectiva reduccionista que prima lo biológico, se ha considerado que, la menopausia como un proceso natural constituye una experiencia vital psico-social que es personal para cada mujer y diversa entre mujeres de diferentes culturas o procedencias. Ésta experiencia, marca el comienzo de una etapa que ocupa casi la tercera parte de la vida femenina, por lo que es fundamental que las mujeres disfruten de otras dimensiones de su vida sexual, amorosa, familiar y social con vivencias que para ellas sean significativas y enriquecedoras, como por ejemplo el poder ejercer un oficio que les guste, practicar un hobbie, un deporte, estudiar algo que les apasione o simplemente dedicar más tiempo ahora a sus amigos o amigas de lo que podían hacerlo antes, a su pareja, padres, hijos, nietos o al hogar si es su deseo; sin los afanes que exigirían en años previos de sus vidas necesidades y labores que requirieron de su dedicación, tales como la crianza, el cuidado de otras personas de su familia y/o la producción económica.

Además, la menopausia y sus efectos en la salud sexual, física y mental a corto, mediano y largo plazo, así como los cambios en su corporalidad ya descritos, involucra, en mayor o menor medida, y desde una experiencia individual y diferente en las mujeres posmenopáusicas, cargas relacionadas con el debilitamiento de su autoestima dados por sentimientos y actitudes de vergüenza, pena y frustración; especialmente en cuanto a su función sexual se refiere. Esta situación lleva a auto-discriminación y en algunas ocasiones a la búsqueda de ayuda en el profesional de la salud que le permita mitigar la incomprensión de que pueden ser objeto; la cual surge de sus relaciones personales, especialmente de su relación de pareja cuando se tiene; dado que en ocasiones, son los compañeros los que pueden tener expectativas sexuales y emocionales diferentes a las de las mujeres, quienes en la etapa de climaterio asignan diferentes escalas de valor a situaciones como las relaciones sexuales que para ellas podrían ya no ser tan importantes como lo era años atrás. Sin embargo el hecho de vivir en lo que Lafaurie (2011) llama una “”, profundamente consumista, donde se ha idealizado a la mujer como aquella que debe ser ante todo objeto de deseo, de trabajo y de maternidad, desplazando incluso proyectos de vida de crecimiento personal y profesional; hace que las mujeres posmenopáusicas puedan sentirse incomprendidas e incluso estigmatizadas; dado que en éste tipo de sociedad, las mujeres que no producen, no trabajan o no están al servicio de los hombres o de la familia la mayor parte del tiempo, suelen ser relegadas de las dinámicas sociales machistas y padecen poco a poco la transición a un segundo plano de sumisión y de .

Todo lo anterior conduce a que, el considerar entonces la menopausia desde una perspectiva meramente biológica, desconociendo los múltiples factores que influyen en esta etapa crucial de la vida de las mujeres como son los aspectos sociales, emocionales, relacionales y psicológicos que rodean la menopausia; nos lleve a afirmar que desde la ciencia médica actual que desarrolla este tema, es preponderante el paradigma biologista, marcadamente positivista y que se relaciona con lo que algunos autores denominan la “”, que consiste en comprender la noción de cuerpo a partir del sexo de las personas y de otros aspectos biológicos de las mismas (Lafaurie, 2011).

En contraposición al paradigma biologista, han surgido desde las ciencias sociales y de la salud, en los últimos años, movimientos y autores que pugnan por la comprensión de los fenómenos que atañen a la salud de las mujeres desde una visión holística, y no solamente desde la perspectiva biomédica. Uno de estos conceptos es el de Enfoque de la morbilidad femenina diferencial, que los doctores Valls Llobet y Banqué (2008) proponen como una alternativa conceptual que propende establecer un abordaje integral para el proceso de la menopausia (y para otras situaciones femeninas como cáncer de cérvix, mama, etc.) a las que se ven sometidas miles de mujeres alrededor del mundo y en las diferentes culturas, y que de alguna manera pueden ser motivo de sufrimiento e incomodad. Este concepto, es de aplicación mucho más pertinente cuando consideramos la situación de las mujeres que viven en los países en vía de desarrollo como el nuestro, en los que la dinámica social es convulsiva y fragmentaria, y acentúa la brecha entre mujeres ricas y pobres, así como el maltrato y la discriminación, en relación con las inequidades y desigualdades de .

Así, es oportuno recordar los conceptos sobre que acuña Valls-Llobet (2008) como:

[…] el conjunto de enfermedades, motivos de consulta o factores de riesgo que merecen una atención específica hacia las mujeres, sea porque sólo en ellas se pueden presentar dichos problemas, o porque éstos sean mucho más frecuentes en el sexo femenino.

De esta manera, se hace patente la necesidad de abordar la menopausia desde un enfoque de morbilidad femenina diferencial que permita atender las necesidades en salud de las mujeres desde una perspectiva de género (Charlton, 2004), direccionando la atención de los equipos interdisciplinarios, dando cuenta de la integralidad que se requiere para ir más allá del simple tratamiento sintomático biomédico de la condición (como las diferentes formas de terapias de reemplazo hormonal, tanto de origen natural como farmacológico). Con esto, se podría trascender hacia el empoderamiento de las mujeres, contribuyendo desde la academia para que sean ellas las que se involucren en su propia salud a través de la adopción de hábitos de vida saludables como la dieta sana y balanceada, el ejercicio físico, así como la promoción de la salud mental por medio de la recreación, la música, la lúdica, las artes, la reflexión y la ejecución de sus proyectos de vida personales a través de su profesión o de lo que simplemente les gusta hacer (Lafaurie, ).

Sin embargo, esto parece una tarea difícil de llevar a cabo mientras continuemos perpetuando los espacios y culturas androcéntricas en las que las mujeres no tienen tiempo para ocuparse de sí mismas, pues viven en función de otros, particularmente en contextos socioculturales como los países en desarrollo, donde la es imperante debido a que el acceso a los bienes económicos está aún asociado con las condiciones de género, lo que determina que las mujeres tengan menos acceso a los recursos materiales con respecto a los hombres y con ello, se vea reducida la posibilidad de tomar en sus manos las riendas de su propia salud (Lafaurie, 2011). Esta realidad requiere, entre otras cosas, un frente a la medicalización, que convierte los procesos fisiológicos de las mujeres en problemas médicos, lo que produce ganancias económicas que maximizan los grandes mercados farmacéuticos. Esto, sin más, convierte a las mujeres en blancos terapéuticos y de investigación, lo que perpetúa aún más la “cosificación” y el utilitarismo de lo femenino, característico de las inequidades y desigualdades de género de la sociedad, y a la par, del sistema de atención biomédico y en salud.

Por tanto, se hace necesario reflexionar sobre el paradigma biologista que impera en la práctica clínica occidental, enfocada en lo terapéutico, que es insuficiente para comprender las complejas realidades sociales y culturales que implica la vivencia del proceso de menopausia en las mujeres de países poco desarrollados. Desde esta óptica, la sexualidad es parte importante de la calidad de vida, un concepto que debiera ser la brújula del accionar de los profesionales de la salud, en el que debe imperar el entendimiento de la morbilidad femenina diferencial, e involucrar procesos de asesoría, consejería y tratamiento integral (psicología, nutrición, etc.) en el contexto de los problemas que afectan a la mujer.

Atendiendo a las diferentes consideraciones que señalan los autores expuestos en este artículo, sobre el proceso de menopausia y su efecto sobre la calidad de vida de las mujeres, cabe resaltar cómo un proceso natural y fisiológico es usualmente visto como un estado de morbilidad. Por tanto, surge la necesidad de trabajar sobre las condiciones sociales, culturales, económicas y de salud femenina que permitan brindar información a la mujer, fortaleciendo un grado de empoderamiento sobre los cambios que conlleva la edad y la mejor forma en la que ellas puedan dar solución a los cambios físicos y emocionales que se experimentan en la menopausia; dado que son muchas las mujeres que soportan los síntomas del climaterio por considerarlos propios del mártir femenino. Es éste un imaginario que hay que modificar de la mente de las mujeres, para que la posmenopausia no se convierta en un “complicación” médica ni psicológica y se logre una calidad de vida satisfactoria.

 

Por: Geobana Elizabeth Bayona Estupiñán[1] y Freddy Andrés Barrios Arroyave[2]

 

Referencias

 

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Blümel, J., Araya, H., Riquelme, R., Castro, G., Sánchez, F., y Gramegna, G. (2002). Prevalencia de los trastornos de la sexualidad en mujeres climatéricas: Influencia de la menopausia y de la terapia de reemplazo hormonal. Revista médica de Chile130(10), 1131-1138. Recuperado de: https://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872002001000007

 

Blumel, J., Bravo, F., Recavarren, M., y Sarrá, S. (2003). Función sexual en mujeres usuarias de terapia de reemplazo hormonal. Revista médica de Chile131(11), 1251-1255. Recuperado de: https://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872003001100004

 

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[1] Médica, especialista Salud ocupacional y Riesgos laborales. Estudiante de la Maestría en Salud Sexual y Reproductiva, Universidad El Bosque. Contacto: gbayonae@unbosque.edu.co

[2] Médico, especialista en Epidemiología. Estudiante de la Maestría en Salud Sexual y Reproductiva, Universidad El Bosque. Contacto: fbarriosa@unbosque.edu.co

La sexualidad femenina depende de factores psicológicos, emocionales, culturales, sociales y algunos propios de la anatomía, uno de estos es el piso pélvico; esta es una estructura que se localiza en la pelvis, formada principalmente por músculos y tejido de soporte que se encargan de mantener en suspensión a los órganos pélvicos y abdominales.  El principal componente del piso pélvico es el músculo elevador del ano, que cubre casi la totalidad de la pelvis.  Los órganos pélvicos se dividen en  3 sectores: anterior (vejiga y uretra), medio (útero y vagina) y posterior (recto y conducto anal). El piso pélvico brinda soporte mecánico  a los órganos pelvianos y su correcto funcionamiento se refleja en la continencia urinaria y fecal.

El piso pélvico puede sufrir alteraciones, debidas principalmente al trauma sobre el músculo elevador del ano, como consecuencia  de los embarazos y el parto vaginal, pudiendo presentarse hasta en el 35%  de las mujeres.  Durante el parto además, puede ocasionarse lesiones en las fibras nerviosas y llegar a la atrofia de este músculo, lo cual causa que esta estructura descienda en los sectores anterior y medio, ocasionando alteraciones en la vejiga, uretra, útero y vagina.  

Diferentes estudios sugieren que entre un 25 % y un 50% de las mujeres del mundo, sufrirán de algún tipo de alteración del piso pélvico en el transcurso de su vida, siendo más frecuente en edades avanzadas, se estima que en Estados Unidos anualmente más de 200.000 mujeres corrigen quirúrgicamente esta situación.

Existen factores de riesgo para desarrollar alteraciones del piso pélvico como la obesidad, al soportar un mayor peso; la raza siendo más frecuente en las blancas y latinas; la  edad, presentándose comúnmente en mayores de 40 años y la mayor cantidad de partos vaginales. .

El principal síntoma de este problema es la incontinencia de orina, otros síntomas son: frecuencia urinaria aumentada, dolor pélvico, sensación de urgencia al orinar e incontinencia de esfuerzo y la sensación de “bulto” por prolapso uterino. La sintomatología depende de la severidad de la lesión del piso pélvico y ocasiona una disminución de la calidad de vida en las mujeres, aquellas con menor edad refieren una peor calidad de vida, ya que les preocupa mucho su aspecto físico, mientras que las de mayor edad están más limitadas en sus actividades sociales debido a la dificultad de la movilidad y las reacciones emocionales negativas.

¿Cómo afectan las alteraciones del piso pélvico la sexualidad?

La función sexual es un fenómeno complejo que incluye aspectos físicos, psicológicos, emocionales y de la pareja. Diferentes investigadores han demostrado que existe una asociación entre los síntomas de alteraciones de piso pélvico y la  función sexual femenina.   En relación a las limitaciones que se presentan en la relación sexual, un estudio en mujeres chilenas reveló que durante la relación sexual, un 27,4% refiere sentir dolor; el 64,7% restringe el encuentro sexual por miedo a la incontinencia urinaria; un 68,4% tenía algún grado de miedo a la fugas de orina y un 63,4% de las mujeres manifestaron no sentirse cómodas con sus cuerpos, sentirse menos seguras en su atractivo sexual y avergonzadas con sus parejas.

Las principales  molestias en la sexualidad femenina relacionadas con el prolapso son: la disminución del deseo sexual, la sensación de obstrucción durante la penetración, la laxitud vaginal que genera disminución de la satisfacción sexual y disminuye la intensidad del orgasmo.  Las mujeres con prolapso de vejiga o de útero,  presentan mayor riesgo de sentirse sexualmente inhibidas, menos femeninas y con menor atractivo sexual; además tienen problemas al efectuar algunas posiciones durante la actividad sexual. Estas situaciones afectan la vida sexual de diversas  maneras, pudiendo llegar a problemas en la relación de pareja.

¿A quién acudir?

Los síntomas asociados a la a alteración del piso pélvico han sido descritos como un tema privado para las mujeres. Las dificultades en la relación con los profesionales de salud podría ser un elemento que contribuya a los efectos negativos mencionados. Las mujeres generalmente se sienten incómodas al expresar sus dificultades sexuales, principalmente por falta de confianza y escasa educación para la sexualidad; sumado a esta situación el hecho que los profesionales de la salud disponen de un tiempo limitado para atender a sus pacientes, y  existe generalmente un insuficiente abordaje de la función sexual femenina.

El entendimiento integral de las alteraciones de piso pélvico en las mujeres afectadas, es fundamental para el manejo de los aspectos físicos, psicológicos y culturales que conlleva este problema. Además de las intervenciones en el manejo de síntomas y en la prevención de las alteraciones, es necesario educar a las mujeres, resolver sus dudas y brindar apoyo emocional para disminuir los efectos psicosociales descritos. Un equipo de salud interdisciplinario integrado por profesionales en psicología, ginecología, fisioterapia y  sexología tendría un gran impacto en generar la confianza necesaria en las mujeres, para que ellas pudieran exponer sus dificultades en la función sexual y recibir la ayuda necesaria.

Gran parte de la función sexual de la mujer depende de la relación con su pareja, por lo cual es necesario involucrarla, para presentarle diferentes opciones que ayuden a mejorar nivel de satisfacción sexual que la mujer puede alcanzar. El apoyo psicosocial es importante para mejorar su imagen corporal y autoestima sexual, así como la fisioterapia para el fortalecimiento del piso pélvico, en los casos leves a moderados de alteración del piso pélvico.

Para casos leves o moderados, en la actualidad se utiliza una terapia con láser YAG en el que se realiza una estimulación fototérmica, que produce la remodelación del colágeno y la síntesis de nuevas fibras a lo largo de la pared vaginal anterior y región de la uretra. El resultado final es la contracción y endurecimiento del tejido de la mucosa vaginal y la fascia endopélvica rico en colágeno y, posteriormente, un mayor apoyo a la vejiga y la recuperación de la función normal de la continencia.

En los casos más severos la cirugía de piso pelviano es muy exitosa y ha permitido que los síntomas relacionados con la incontinencia urinaria y el prolapso mejoren la vida sexual de las mujeres afectadas.  

En conclusión, las alteraciones del piso pélvico en las mujeres, son un tema poco tratado por  las mujeres que lo padecen y los profesionales de la salud, debido principalmente al desconocimiento de su existencia.  El piso pélvico puede presentar diferentes grados de afectación  como consecuencia de  los embarazos y partos.  Las dificultades en la sexualidad, de las mujeres con problemas del piso pélvico, son temas de los cuales habitualmente no se habla ni por los profesionales de la salud ni por las mujeres, por lo cual es necesario incorporarlo sistemáticamente al brindar el cuidado a la mujer con esta condición. Se debe proporcionar educación para mejorar las dificultades de la función sexual, haciendo énfasis en profundizar en las causas de la disminución de la intensidad de orgasmo, falta de deseo y disminución de la satisfacción sexual, incorporando para ello un equipo interdisciplinario en el que se aborden los aspectos anatómicos, emocionales y psicológicos que pueden estar influenciando la función sexual de la mujer con alteración del piso pélvico. Además de presentar las diferentes opciones terapéuticas que puedan mejorar la vivencia de su sexualidad y su calidad de vida.

 

Por: Alexandra Caballero Guzmán
Médica, Estudiante de Maestría en salud sexual y reproductiva Universidad El Bosque

 

REFERENCIAS

  1. Adams, E. R., & Torres…, J. M. Impacto de la fisioterapia para la reeducación del suelo pélvico en la calidad de vida de pacientes con incontinencia urinaria.
  2. Flores, C., & A Araya, J. Descripción de la función sexual en mujeres con alteraciones de piso pélvico en un hospital público de Santiago.
  3. Flores, C., & Pizarro, J. Calidad de vida en mujeres con alteraciones del piso pélvico: revisión de la literatura.
  4. García, L. Trabajando la incontinencia urinaria en atención primaria: satisfacción, sexualidad y cumplimiento terapéutico.
  5. González, S. G., & González…, L. D.  Evaluación de un programa de educación sexual sobre conocimientos y conductas sexuales en embarazadas.
  6. Mestre, M., & J Lleberia, J.  Los cuestionarios en la evaluación de la actividad y función sexual en mujeres con incontinencia urinaria y prolapso de órganos pélvicos.
  7. Outeiriño, J., & AJR Pérez, A.  Tratamiento de la disfunción del suelo pélvico.
  8. Urrutia, S., & M Teresa, G.  Características y evolución de la sexualidad en mujeres histerectomizadas.

 

El trastorno orgásmico femenino se caracteriza por la ausencia total o parcial del clímax y se puede acompañar de alteración en la intensidad del mismo.

Las mujeres pueden experimentar esta clase de alteración desde el inicio de los encuentros sexuales o después de experimentar actividad sexual normal.

En ocasiones las mujeres pueden presentarlo con alguna pareja específica ó al asociarse a eventos y situaciones tales como una desilusión afectiva ó al relacionarse con una persona que no cumpla sus expectativas, entre muchos otros; pero incluso en los casos más severos se puede observar  de forma constante, en donde se debe descartar la presencia de condiciones médicas que lo desencadenen.

Teniendo en cuenta los diversos escenarios que pueden estar relacionados con los trastornos orgásmicos es necesaria una evaluación completa que incluya el ámbito médico ginecológico, psicológico y sexológico para dar las mejores herramientas de manejo de forma individualizada.

Uno de los Derechos Sexuales Universales es el derecho a la información científica, condición fundamental para desterrar mitos que coartan el camino a la satisfacción sexual. La sexualidad femenina ha estado severamente castigada por falsas creencias, prohibiciones y tabúes que aún hoy siguen afectando a las mujeres de América Latina. Son siglos de un machismo destructivo, no solo de las iniciativas eróticas femeninas sino también del placer de los hombres que se ha limitado a lo estrictamente genital.

Necesitamos superar estos viejos vicios que tanto mal nos han hecho, y por eso pensé en presentarte los mitos sexuales femeninos que más frecuentemente se presentan en la vida cotidiana.  

 

El verdadero orgasmo femenino se produce durante el coito vaginal.

De alguna manera lo que se sostiene desde un paradigma machista es que para que la mujer goce, necesariamente debe existir un pene (y por supuesto un hombre). Hombres y mujeres nos seguimos creyendo este cuento, que no tiene un fundamento físico: el estímulo sexual más importante para el orgasmo femenino es externo, involucrando al glande del clítoris, y no vaginal. Por supuesto, la mujer goza de la penetración, se excita, siente plenamente a su pareja, pero eso no garantiza un orgasmo ya que requiere de un estímulo específico –caricias, sexo oral, vibraciones- de “su majestad, el clítoris”. Los estudios científicos demuestran que más de la mitad de las mujeres responden a este patrón de funcionamiento orgásmico.  

 

La mujer necesita tener orgasmos múltiples para sentirse satisfecha.

Es en realidad otro condicionamiento impuesto por hombres al placer de las mujeres. Si bien es verdad que la capacidad orgásmica femenina es superior a la masculina, las estadísticas arrojan que cuatro de cada cinco mujeres están satisfechas con un orgasmo y no necesitan más. Por supuesto que es legítimo que busques incrementar tu capacidad orgásmica, pero eso sí, que no se convierta en una exigencia, tú debes gozar a tu manera.

 

Sexualmente la mujer es pasiva y el hombre activo. 

Los roles estereotipados empobrecen la sexualidad, definitivamente. La equidad de género también se metió entre las sábanas, y así las mujeres dueñas de su cuerpo y de su placer se dan permiso para buscar, para pedir, para estimular y para poner límites. Lamentablemente muchas parejas siguen pensando así en términos de pasividad femenina y actividad masculina, lo cual limita sus posibilidades de goce y su repertorio sexual. Recuerda: tanto hombres como mujeres tenemos el mismo derecho a ser protagonistas activos de nuestra sexualidad.

 

Si una mujer no se excita sexualmente es responsabilidad de su pareja.

Es cierto que en algunos casos este concepto resulta acertado, ya que no siempre la pareja es tan abierta y dispuesta a estimular a la mujer como ella desea, pero suelen ser otras las razones para esta falta de excitación. Por ejemplo conocimiento insuficiente de las propias zonas erógenas y formas de estimulación, vergüenza para expresar lo que se desea, delegación en la pareja de la responsabilidad de darle placer.

 

La mujer tiene menos necesidades eróticas que el hombre. 

La mujer tiene necesidades eróticas, como el hombre, pero diferentes. En general su búsqueda no está tan enfocada en lo coital o lo genital, sino más en lo afectivo, el oído, el tacto, el olfato, el romanticismo, la seducción, la preparación del ambiente, el sentirse atractiva para su pareja. Entonces el hombre tiene (en promedio) una necesidad coital y orgásmica mayor que la mujer, pero si nos referimos a necesidades eróticas (que son mucho más amplias que las sexuales) no podemos decir lo mismo. La mujer necesita del erotismo como fuente de autoestima, de salud, de feminidad, de afecto y de unión con la pareja.

Espero que compartas estos mitos y sus correspondientes aclaraciones con tus amigas, con tu pareja, con la gente que conoces. Necesitamos más y mejor información para derrotar al analfabetismo sexual y construir juntos una sociedad sexualmente saludable.

 

La percepción sobre el sistema genital propio constituye uno de los principales tópicos a tratar dentro de la disfunción sexual femenina.

La seguridad que brinda el sentirse conforme con la apariencia externa y la manera como se sienten los genitales lleva a un adecuado desempeño sexual.

Dentro de las condiciones que pueden afectar la vida sexual de la mujer se encuentran:

  • Pigmentación oscura sobre los genitales externos
  • Flacidez y/o pérdida de consistencia de los labios mayores
  • Labios menores prominentes
  • Sensación de amplitud vaginal que limita el roce de las paredes vaginales durante la penetración
  • Pérdida de tensado y firmeza de las paredes vaginales
  • Resequedad vaginal y falta de lubricación

Cada uno de éstos puntos previamente descritos pueden llevar a inseguridades sobre el propio cuerpo, a disminuir el amor propio, a evitar tener acercamientos o encuentros sexuales, a no disfrutar de las mismas en caso de acceder a tenerlas e incluso en algunos de los casos, a tener dolor con la penetración ó disminución de la sensibilidad vaginal limitando los orgasmos en la mayoría de los casos.

Debido a lo anterior siempre se debe indagar y no dejar de lado las necesidades anatómicas dentro de la evaluación individualizada de cada mujer. Actualmente existen tratamientos que se pueden utilizar para resolverlos y llevar a un mejoramiento de la calidad de vida, de las relaciones en pareja y también de la relación con sí misma al mejorar la autoestima.

En Femclinic, ofrecemos tratamiento a las múltiples circunstancias expuestas utilizando tecnología láser de CO2 fraccionado el cual ha demostrado con robusta evidencia científica y alta seguridad (Aprobación FDA e INVIMA) su efectividad en tratamientos no sólo cosméticos sino también funcionales.

El impacto del paso del tiempo constituye una de las grandes preocupaciones de las personas en la actualidad y los ámbitos sexual y genital no son la excepción.

Para la mujer, la forma como siente y percibe su región genital puede influir en su desempeño sexual, en referencia al disfrute, la comodidad, la autoestima y la seguridad.

Con el paso de los años, los partos, las variaciones en el peso, entre otras situaciones se pueden experimentar cambios en los genitales que aunque sean parte del proceso natural, no significa que no tengan solución.

Mejorar la apariencia y la calidad de los tejidos de los genitales femeninos cuidando su funcionalidad se denomina rejuvenecimiento sexual y genital, y se realiza con el fin de mejorar no solo las relaciones en pareja sino también la calidad de vida mediante diversos procedimientos.

En Femclinic, ofrecemos una novedosa herramienta para lograrlo: el láser de CO2 fraccionado que estimula la formación de nuevo colágeno provocando un rejuvenecimiento del tejido genital, no es doloroso y se ha demostrado científicamente su efectividad en la reestructuración, la elasticidad y la lubricación vaginal.

La disfunción del piso pélvico abarca alteraciones vesicales, genitales y sexuales relacionadas con la alteración en el soporte de los órganos pélvicos, tienden a aumentar con la edad pero no discriminan un grupo etáreo específico.

Las alteraciones del piso pélvico tiene múltiples causas y un amplio espectro de síntomas que afectan la calidad de vida.

Dentro de las diferentes opciones de tratamiento, se encuentran terapias no invasivas y/o quirúrgicas.

El uso del láser ginecológico es un tratamiento no invasivo que se utiliza en re-sequedad o atrofia vaginal (por defectos hormonales, después del embarazo, en la menopausia o por uso de anticonceptivos), dolor con la penetración en la relación sexual, laxitud o amplitud de las paredes vaginales (sensación de vagina ancha con poco o ausente roce durante el coito) e incontinencia urinaria de esfuerzo (escapes de orina con tos, estornudos, risa. etc).

El láser se aplica en la zona a tratar de forma externa en vulva o en vagina en la cual se  introduce una pieza guiada por un anillo externo diseñada especialmente para la cavidad vaginal que es más delgada y desliza más fácil que un espéculo cerrado. Se aplica el láser en distribución circunferencial abarcando toda la superficie vaginal, el láser ingresa con calor controlado (sin quemar el tejido) a la mucosa vaginal en forma de columnas de pocas micras de tamaño.

El tratamiento láser no es doloroso, no requiere anestesia ni incapacidad y toma aproximadamente 10 minutos su realización.

El efecto del láser consiste en revitalizar y rejuvenecer los tejidos vaginales y vulvares el cual ha sido demostrado con un amplio soporte científico. Los efectos incluyen: un aumento exponencial de la producción de colágeno y elastina gracias a la estimulación de los fibroblastos y contracción del tejido con restauración del tensado normal. El número de sesiones y la energía aplicada en el láser varía según requerimiento de cada paciente.

El sistema de CO2 más utilizado, pionero en el uso de láser ginecológico, con más evidencia y con más publicaciones en revistas indexadas y que demuestra efectividad y seguridad es el láser de CO2 SmartXide de la casa italiana DEKA, con el cual contamos en Femclinic para ofrecer tratamientos altamente confiables a nuestras pacientes.

Mujeres y hombres, con cuerpos diversos no sólo biológica sino socioculturalmente, regidos por normas del territorio en el que habitan, que definen la feminidad y la masculinidad, requieren una mirada distinta desde la salud en cuanto a la vivencia de su propia sexualidad.

El ejercicio de una sexualidad sana en las mujeres, depende en gran medida del grado de información y conocimiento que ella tenga en torno a los cambios naturales que presenta a lo largo de la vida y como estos, propios de la vivencia de ser mujer: ser madre o no, la menopausia temprana o tardía, los cambios en el ciclo hormonal que se dan con frecuencia, el paso del tiempo que se evidencia tanto en la piel como en los genitales y en el deseo, entre otros; pueden revertirse, ajustarse, disminuirse, tensarse y finalmente re-disfrutarse.

Atender los requerimientos en salud sexual acorde con las necesidades específicamente de las mujeres requiere entender que muchas de las enfermedades no se visibilizan tal vez por vergüenza o por o tabú o porque no son abordadas en consulta por las pacientes o los profesionales de la salud (Caballero, A. 2017), lo que plantea la necesidad de transformar ese imaginario social que afecta las concepciones, los procedimientos y las acciones sobre las mujeres y su sexualidad.

Al hablar de salud sexual femenina es necesario partir del reconocimiento de que el género repercute decididamente en la manera de enfermar las personas y de asumir su salud (Lafourie, MM, 2011).  Por lo tanto, pensar en torno a lo femenino, al cuerpo de la mujer y sus procesos, a una adecuada atención en salud sexual, es pensar en el profesional que sabe, que conoce, que se especializa, que indaga e investiga sobre aquellas disfunciones sexuales y las formas diversas de abordar los tratamientos desde la concepción de que la mujer y aquello que la aqueja, en muchas de las ocasiones compromete no sólo al ámbito físico sino a la esfera psicosocial, cuyo origen merece ser establecido de manera integral puesto que influye en la calidad de los servicios que las atienden.  

Reflexionando sobre esto, hoy por hoy se observa en el campo de las ciencias médicas, el compromiso de distintos profesionales de la salud con relación a la sexualidad de las mujeres, lo cual se ve reflejado en la estructuración transdisciplinar de nuevos servicios especializados, convirtiéndose en responsables de transmitir la información, los conocimientos, actitudes y prácticas sobre la sexualidad femenina, en mejora de la vivencia de ese cuerpo sexual y erótico que las conforma.

 

De esta manera, romper el silencio y acudir a los profesionales adecuados, no solo permite prevenir enfermedades sino recuperar el bienestar.